Descubrí su ternura en cada letra que escribía, en cada palabra sin voz, sentí muchas veces escucharla entre mucho dolor, mis ojos sólo miraban aquél triste corazón, hasta que un día de primavera todo aquel espacio se iluminó brillo la ternura y el sol en aquel corazón, fue naciendo desde el alma un bello amor, cubierto de inocencia y pasión, adornado con flores de fragancias dulces, delicadas y tiernas, era el amor que ella puso en cada letra y a sus ojos iluminó. Así nació un sol de bellos amaneceres
Soledad, tristeza, angustia desbordada por cada poro de la piel; y la búsqueda de una resignación que todos piden a diario cuando te miran sin emitir palabras, sin extender la mano para ofrecer la ayuda que en silencio pide a gritos tu alma lastimada. A dónde acudir, dónde pedir refugio.
ResponderEliminarLuego, ver caer sobre ti, el manto negro de la noche; una noche donde ya no brilla la estrella que velaba perenne tu sueño tranquilo y otras veces agitados de febriles pesadillas.
Muchas veces te despiertas buscando el calor de antaño, los brazos que alejaban el frío, el olor; ese olor de sus cabellos sobre tu pecho. Y abrazas su almohada, intentando encontrar en ella, el olor a flores deshojadas después de haberle hecho el amor…, o crees que tocan a la puerta y te lanzas a abrir, queriendo creer que es ella que regresa, extendiendo los brazos para volver a sentirte nuevamente protegido. Pero no es nadie, solo tu mente que juega contigo, que te engaña, y regresas al lecho con la tristeza convertida en lágrimas rodando por tu rostro.
A veces logras conciliar nuevamente el sueño, otras quedas desvelado, amontonándose los recuerdos, y le pides al mismo Dios que te la arrebato, soñarla, ver su rostro, enlazar con las manos su cuerpo; besarle los labios como cada día, como cada noche. Pero nada sucede, y te sientes arrinconado, aplastado, sumido en la soledad que te has construido, negando cambiarla por una sonrisa si ella no está.
El despertar, ese despertar sin encontrarla a tu lado, sin sentir su respirar en tu rostro es más triste aún, y se te agiganta en el pecho, y te carcome, dando riendas sueltas al rencor, odiando a los mismos seres que antes amabas y que sigues amando, pero ni así disminuye el dolor que sientes y te preguntas por qué, pero no encuentras a quién culpar, o sencillamente culpas a todos por igual al no encontrar respuesta.
Entonces escribes, imaginando que por sobre tu hombro ella relee cada letra, cada palabra, sintiendo algo raro y extraño recorriendo tu cuerpo e imaginas que es ella que te acaricia, que te abraza; y besas tus brazos creyendo que tus besos son recibidos por ella, que está ahí, junto a ti, tan junto que se convierte en ti.
Así, diariamente transcurre tu vivir, sin otra ayuda que la que uno mismo puede brindarse, hasta que las horas pasan y vuelve a caer sobre ti las alas de la noche que te envuelve, que te recuerda que estás solo, aunque te hayas agotado recorriendo los caminos que cada día andabas de la mano junto a ella, y hallas tratado de encontrarla en tu andar en otro rostro, en otro cuerpo, en otra sonrisa. Y te lanzas de nuevo sobre el lecho arrugado, rezando nuevamente por soñarla, para decirle tantas cosas que te quedaron sin decir, o simplemente para dar el hasta mañana que solías pronunciar.